jueves, 17 de diciembre de 2015

MI CARTA DE RENUNCIA

Renunciar es dejar, privarse o limitarse voluntariamente de algo. Los motivos y razones por los cuales se renuncia son diferentes en cada persona. Algunas de las causas por las cuales se hace son; porque se cansaron o ya no les gusta su trabajo, o porque tienen otra mejor opción.

En el ministerio pastoral se habla poco de renunciar. Generalmente se entiende, que quien entra a este sagrado ministerio es porque fue llamado por Dios y tiene esa vocación ministerial. Cuando se escucha que un ministro renuncio, normalmente es porque no tenía otra opción; faltas morales o falta de rendimiento.

Quizás muchas personas se estén preguntando, ¿Por qué estoy renunciando? Pues déjenme decirles, que las razones por las cuales renuncio no son ninguna de las anteriores. No me he cansado de mi trabajo, pues pienso que no hay mayor privilegio que trabajar para Dios y su iglesia tiempo completo. No he cometido ninguna falta moral, ni he faltado a mis responsabilidades. Entonces, ¿Qué me ha llevado a tomar esta difícil decisión?

En la Biblia hay una historia que se encuentra en 1 Samuel 30. David había salido con sus hombres a la guerra, pero al regresar, descubrieron que los de Amalec habían invadido su ciudad y se habían llevado cautivos sus mujeres y sus hijos. Después de llorar y angustiarse, David consulto a Jehová para saber si debía perseguirlos, y recibió una respuesta positiva. Pero nos dice el versículo 9, que al llegar al torrente de Besor, algunos hombres se quedaron, y en el verso 10 nos dice que estos 200 soldados estaban cansados y no pudieron pasar el torrente. Más adelante en los versos 21-23, nos relata que David volvió victorioso después de recuperarlo todo, pero algunos de entre los 400 hombres, malos y perversos, no estaban dispuestos a compartir el botín de guerra con aquellos que se habían quedado. Pero David les recordó un estatuto que estaba en la ley de Moisés, (Núm. 31: 25-54) debían repartir el botín en partes iguales, pues estos hombres se habían quedado cuidando en bagaje.

600 hombres habían salido para la guerra, todos se había entrenado para luchar. Los 600 hombres tenían razones de peso para ir tras los amalecitas, pues sus familias habían sido raptadas. Pero en el camino, el cansancio y un torrente impidieron que 200 de ellos continuaran. Imagino, que no fue fácil para estos 200 hombres quedarse allí cuidando el equipaje y las provisiones. No era para eso que se habían entrenado, que se habían preparado. Este no era el trabajo que en circunstancias normales hubieran desempeñado. Aunque la Biblia no lo relata, puedo imaginar que su corazón desfalleció cuando al regresar sus compañeros, algunos los trataron con dureza, criticando su falta de fortaleza, dudando de sus motivaciones al quedarse en ese lugar. Y al final, no estaban dispuestos a compartir su triunfo, ya que estos 200 no habían estado al frente de batalla, no habían sido participantes de esa victoria. Pero David, con sabiduría divina, les recordó a los 400 soldados, que sus compañeros, aunque no habían podido seguir la marcha y participar activamente de la batalla, se habían quedado haciendo algo importante, cuidando el equipaje.  

Me siento identificado con los 200 hombres de David que no pudieron pasar el torrente de Besor. Haber estudiado, preparado y haber sido llamado para estar al frente de batalla es un gran privilegio. Haber salido dispuesto a cumplir el ministerio, y estar junto a un ejército de pastores que luchan por terminar la obra de Dios en esta tierra es un gran honor. Pero en el camino, las circunstancias adversas, las dificultades y las responsabilidades sagradas me impiden continuar. Por los momentos, debo limitarme a cuidar el bagaje, debo hacer un alto, y con tristeza ver como mis colegas avanzarán en el camino.

Muchos entenderán mis razones, para otros serán simples excusas, y no falta aquellos a quienes no les importaran nada de esto. Pero fue necesario tomar esta decisión, por motivos de índole personal-familiar. Agradezco la confianza y oportunidades que me han dado durante este tiempo. Agradezco el apoyo de todos aquellos que han formado parte de mi preparación académica y ministerial.
Quizás algunos de ustedes esperaban encontrar los detalles específicos del motivo de esta decisión. No considero que sean necesarios divulgarlos por este medio. Solo limítate con saber las razones por las cuales no he tomado esta decisión, y el saber que no es una renuncia definitiva, es solo un retiro momentáneo. Por los momentos, no me considero que este abandonando el ministerio pastoral, pues continuaré ejerciéndolo desde donde me encuentre, buscando la forma de desempeñarlo desde otras latitudes.

Mi llamado por Dios ha sido muy claro, servirle a él y a su iglesia. Y dondequiera me encuentre siempre buscare la forma de hacerlo, pues amo a Dios con todo mi corazón, y amo a esta iglesia. Por eso, seguiré luchando para ayudar a terminar la obra en esta tierra, trabajaré incansablemente por alcanzar el mundo con el mensaje de salvación.

“No es la cantidad de tiempo que trabajamos, sino nuestra pronta disposición y nuestra fidelidad en el trabajo, lo que lo hace aceptable a Dios. En todo nuestro servicio se requiere una entrega completa del yo. El deber más humilde, hecho con sinceridad y olvido de sí mismo, es más agradable a Dios que el mayor trabajo cuando está echado a perder por el engrandecimiento propio. Él mira para ver cuánto del Espíritu de Cristo abrigamos y cuánta de la semejanza de Cristo revela nuestra obra. Él considera mayores el amor y la fidelidad con que trabajamos que la cantidad que efectuamos”. {Palabras de Vida del Gran Maestro Pág. 332}


“La obra de muchos puede parecer restringida por las circunstancias; pero dondequiera que esté, si se cumple con fe y diligencia, se hará sentir hasta las partes más lejanas de la tierra. La obra que Cristo hizo cuando estaba en la tierra parecía limitarse a un campo estrecho, pero multitudes de todos los países oyeron su mensaje. Con frecuencia Dios emplea los medios más sencillos para obtener los mayores resultados. Es su plan que cada parte de su obra dependa de todas las demás partes, como una rueda dentro de otra rueda, y que actúen todas en armonía. El obrero más humilde, movido por el Espíritu Santo, tocará cuerdas invisibles cuyas vibraciones repercutirán hasta los fines de la tierra, y producirán melodía a través de los siglos eternos”. {Deseado de Todas las Gentes Pág. 762}

miércoles, 16 de diciembre de 2015




EL DERECHO A EQUIVOCARSE O EL DEBER DE APRENDER DE LOS ERRORES.

Mi madre en casa, cada vez que ella o nosotros cometíamos un error, siempre nos repetía un dicho de la sabiduría popular, que reza de la siguiente manera;

“La primera por inocente,
La segunda por experiencia,
Y la tercera ya es por sinvergüenza”

A través de este dicho popular mi madre (la mejor del mundo, mi primera maestra de la vida e inspiración para superarme) me enseño una gran verdad, que hoy en día muchísimos necesitan aprender. Y es que todos los días, escucho en la calle y leo en las redes sociales a las personas hablar y reclamar; “EL DERECHO A EQUIVOCARSE”.

Afirman, que debe reconocerse este derecho ya que es fundamental para que las personas crezcan en la vida. Este derecho, es el derecho a cometer errores, a tomar decisiones erróneas, a fracasar en los proyectos de vida, a no estresarnos por el perfeccionismo y el buscar la impecabilidad en todo.  Puesto que hoy en día, la sociedad se asemeja a los sistemas autoritarios, los cuales jamás reconocen que se equivocan y no aceptan errores de ningún tipo.
  
Estoy de acuerdo en que, como humanos finitos y falibles cometemos errores cada día. Pero lo que me inquieta de este derecho, es que muchos olvidan una parte importante de cualquier derecho humano. Y es que, todo derecho trae implícita dos cosas; el deber y la prohibición. Por ejemplo; el derecho a la vida, implica la responsabilidad de cuidar y promover la vida, también tiene implícita la prohibición de limitar o quitar la vida, es decir asesinar a otra persona.
 Aunque todos tengan el derecho a equivocarse,  no deben olvidar el deber de aprender y  corregir los errores para no volverlos a cometer más adelante. Y por supuesto, también deben recordar la implícita prohibición de repetir esos mismos errores de la misma forma, los cuales terminan dañando a la persona o a los demás. Pero la gran mayoría, solo se quedan con la simple declaración “TENGO DERECHO A EQUIVOCARME”, y con esta declaración como excusa, vuelven a cometer los errores otra y otra vez.

Ya saben lo que dice el conocido refrán; El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra” las personas no aprenden de las malas experiencias, y constantemente vuelven a equivocarse en situaciones semejantes. Uno de los ejemplos que me vienen a la mente es el del autor y experto en liderazgo  Miguel Ángel Cornejo, quien habla de una amiga suya que lleva cinco divorcios y además le asegura, “Miguel, todos me han salido boludos”. Esta mujer no ha acumulado experiencia, sino estupidez.

Algo que también me inquieta de este derecho, es que afirman que la única forma de aprender es de los fracasos. Esto es una completa mentira, pues no es la única forma de aprender. Prefiero aprender de los que ya aprendieron a hacer las cosas, de los mejores, de los que ya llegaron. Porque si todos tenemos que recorrer el camino del fracaso para aprender, la humanidad nunca avanzaría, nunca pasaríamos del trillado camino de errores e intentos para todos terminar en el mismo punto. Por ejemplo; Thomas Edison realizo miles de intentos antes de realizan con éxito la bombilla eléctrica. pero si todos los que se dedicaran a fabricar esta bombilla tuvieran que recorrer el mismo camino nunca pasaríamos de tener bombillas semejantes a la primera. No tengo que fracasar en algo si otro ya paso por allí y encontró la solución. Mejor aprendo del que fracaso y salio. Me recorta el camino y me ahorra tiempo, esfuerzo, fracasos y dolores innecesarios.

Alexander Pope lo dijo; “Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”.  Me gustaría sugerirles que en vez de reclamar su derecho a meter la pata cada rato, re-formularan la declaración y cuando reclamaran dijeran;  “Tengo Derecho a fallar, aprender para corregir mis errores y nunca más cometerlos y así evitar terminar dañando mi propia persona,  o a mis semejantes”

Personalmente continuare con la sabiduría popular. Cada vez que falle, recordare que;

“La primera (me puede pasar) por inocente,
La segunda por experiencia, (más me vale aprender en esta)
Y la tercera ya es por sinvergüenza (No hay excusa o derecho valido  para repetir el mismo error)”

lunes, 16 de noviembre de 2015

LOS LIMITES DE LA TOLERANCIA

El 16 de noviembre fue instituido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el Día Internacional de la Tolerancia. Esta es una de las muchas medidas de la ONU en la lucha contra la intolerancia y la no aceptación de la diversidad cultural. 

Hoy he querido escribir un poco sobre este tema, ya que durante los últimos meses he escuchado mucho sobre esta palabra. Son numerosos grupos los que salen a las calles a protestar y exigirla. Se habla de que no debe existir ya en pleno siglo XXI mas intolerancia. Pero me confunde mucho, al ver un grupo de personas exigir tolerancia, y al mismo tiempo insultan, denigran, rechazan y persiguen a aquellos que no piensan igual que ellos. Y me pregunto entonces, ¿Qué es tolerancia?

Según puede investigar en Internet, la tolerancia se refiere a la acción y efecto de tolerar. La palabra proviene del latín tolerantĭa, que significa “cualidad de quien puede aguantar, soportar o aceptar” Como tal, la tolerancia se basa en el respeto hacia lo otro o lo que es diferente de lo propio, y puede manifestarse como un acto de indulgencia ante algo que no se quiere o no se puede impedir, o como el hecho de soportar o aguantar a alguien o algo.

Entonces, la tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras. En este sentido, la tolerancia es también el reconocimiento de las diferencias inherentes a la naturaleza humana, a la diversidad de las culturas, las religiones o las maneras de ser o de actuar. En otras palabras, una persona tolerante puede aceptar opiniones o comportamientos diferentes a los establecidos por su entorno social o por sus principios morales.

La importancia de la tolerancia radica en la posibilidad que nos otorga de convivir en un mismo espacio con personas de diferentes culturas o con diferentes creencias. La tolerancia es la que nos permite vivir en armonía en un mismo país con personas que profesan diferentes religiones, que apoyan otras tendencias políticas, que poseen una condición sexual diferente, etc.

Edmund Burker, el político y escritor Irlandés afirmo “Hay un límite en que la tolerancia deja de ser virtud”, y es que, una de las mayores dificultades en torno al ejercicio de la tolerancia, es encontrar el punto en el que ya no hay que tolerar. En otras palabras, se trata de la dificultad de establecer el límite entre lo tolerable y lo intolerable. Tal es la dificultad de esto, que se ha constituido como un verdadero problema de índole filosófico. ¿Dónde está el límite de la tolerancia? ¿Por qué algunos la confunden con algo más que el simple respeto?

Pensando en esto, decidí hacer mi lista de cosas que las personas no deben confundir con mi tolerancia.

No confundas mi tolerancia con aceptación; te respeto y no te persigo, pero me reservo la prerrogativa de rechazar tu postura porque no me convencen tus argumentos.

No confundas mi tolerancia con permisividad; tengo el deber de no consentir ni permitir la transgresión de la moral, pues respeto a todas las personas, pero no todas las opiniones o comportamientos.

No confundas mi tolerancia con conformismo; tengo derecho a aspirar y buscar  algo mejor que  la filosofía de vida que me ofreces.

No confundas mi tolerancia con debilidad o con falta de carácter; el hecho de que respete tu opinión y tu vida y te aclare los límites de mi tolerancia te demuestran cuánta resolución y vigor puedo tener.  

No confundas mi tolerancia con involucramiento; el que te permita la libertad de hacer con tu vida lo que quieras, no me obliga a ser parte de ella.

No confundas mi tolerancia con sumisión; te respeto pero no significa que me someta a tu criterio porque pienses que eres mejor o tienes la razón.

No confundas tolerancia con indolencia; cada día lucho por ser diligente y aplicado en mis responsabilidades, lucho por entender y aprender mejor, y me duele el sufrimiento en este mundo.

No confundas tolerancia con asentimiento; el que tengas mi respeto no significa que deba aprobar y estar de acuerdo en lo que profesas y vives.

No confundas mi tolerancia con complicidad; aunque te respete, tengo derecho a limitar y combatir tus acciones cuando estas lastimen a los demás.

No confundas mi tolerancia con indiferencia; pues amo a Dios y a mis prójimos y no pudo permitir que nada ni nadie les perjudique. 


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